viernes, 3 de julio de 2009

¿Hay un hijo preferido?


Los padres suelen afirmar que se quiere a todos los hijos por igual para, a continuación, señalar la relación que se tiene con cada uno, que es diferente. En muchas familias hay un hijo preferido, sea de la madre, del padre o de ambos. Esta afirmación chocará a muchos progenitores que se creen equitativos en todo, pero es lo habitual. Ahora bien, las preferencias se suelen repartir.
La situación se vuelve conflictiva cuando el preferido es el mismo tanto para el padre como para la madre, que es identificado por los hermanos y se convierte en objeto de celos, ya que se le atribuyen determinadas ventajas. Y quizá las tenga: se puede sentir más apoyado y valorado, pero ese lugar también acarrea inconvenientes y conflictos, pues es probable que ese hijo quede demasiado atrapado en la obligación de satisfacer a los padres, lo que quizá le impida atender a aquellos deseos propios que no se ajusten a lo que se espera de él. De esta forma, su personalidad se organiza más para satisfacer a los otros que para afirmar sus inclinaciones personales. ¿Qué tipo de factores influyen en preferir a un hijo más que a otro? El parecido físico puede fomentar la idea de una afinidad psicológica, lo que provoca un mayor afecto hacia ese hijo del que se supone, inconscientemente, que piensa como nosotros. El nombre propio también es un factor. Su elección es muy significativa porque con él se le da al bebé un lugar dentro de la familia, cargado en alguna medida con los deseos de los padres. El nombre, al evocar recuerdos, puede predeterminar sentimientos buenos o menos buenos hacia quien lo lleva. Y, por último, también influyen los acontecimientos relacionados con su nacimiento. Algunos niños tienen la fortuna de venir al mundo en momentos felices y quedan asociados a ellos y son queridos como alguien que les ha traído felicidad. Todos estos procesos suelen ser inconscientes. Es raro que alguien tenga un sentimiento de rechazo consciente hacia un hijo. El amor de los padres En cualquier caso, es el hijo preferido el que suele contar con más apoyo de sus padres, lo que favorece la confianza en sí mismo. Muchos conflictos de personalidad provienen de no haber recibido ese apoyo en la infancia. Cuando alguien duda de sí mismo, duda de todo y en especial del amor de sus padres. Alberto tiene 17 años y una vez más ve cómo su padre escucha atentamente lo que su hermano mayor le cuenta de lo que le ocurre en la Universidad. Él, de repente, les dice que va a hacer un videoclip con un amigo para presentarlo en un concurso del instituto. Su padre y su hermano le miran y su gesto muestra que ya está otra vez con sus tonterías. No le preguntan nada sobre su proyecto. Pero su padre le dice: “Más te valdría aprovechar el tiempo en estudiar en vez de perderlo en esas cosas”. La frase le duele y entonces provoca una discusión con su padre. A Alberto le encanta tener una cámara en las manos y le gustaría estudiar cine cuando acabe el instituto, pero eso para su padre son tonterías. Sin embargo, lo que hace su hermano, una carrera técnica, siempre le ha parecido muy bien. Alberto sabe que su padre tiene predilección por su hermano. Mala actitud Por otro lado, las salidas nocturnas de Alberto, hasta casi la madrugada, provocan discusiones todos los fines de semana. No estudia lo suficiente y probablemente tenga que repetir curso. Con su actitud, el adolescente ha conseguido que su padre se fije en él. Por lo menos le regaña, lo que le duele menos que su indiferencia. Alberto se llama como su abuelo y nació poco después de morir éste. Su padre siempre mantuvo con él una relación ambivalente, que repite ahora con su hijo pequeño. Alberto es más independiente y rebelde que su hermano mayor, que nunca se ha atrevido a oponerse a su padre. Le duele el poco apoyo paterno, pero tiene la impresión de saber luchar mejor por lo que el desea, tiene muchos amigos y no envidia a su hermano. Él es el preferido de su madre. ¿Qué podemos hacer? Los padres tienen que realizar un ejercicio de reflexión sobre lo que sienten por cada uno de sus hijos y darse cuenta de cuál se parece más a ellos. Tras este proceso hay que evaluar los esfuerzos que deben hacer para no alejarse de aquel menos parecido y con el que tienen más difi cultades de comunicación. Ser padre o madre no consiste en identificarse con el hijo que colma nuestros deseos, sino más bien en hacer un esfuerzo con aquel que no los satisface del todo. Lo mejor es mantener un contacto íntimo e individual con cada uno de los niños. Cuando los padres tienen elaborada su infancia y no guardan ataduras inconscientes respecto a sus propios progenitores, el amor hacia sus hijos siempre se organizará de tal manera que conducirá a los pequeños a una maduración psicológica plena. Todos estos juegos de afinidades y semejanzas con los hijos hacen que cada uno de los progenitores establezca un tipo de amor con cada hijo. Y eso es normal.
EVITAR ERRORES• Los progenitores no deben sentirse culpables por lo que sienten por los hijos y lo mejor es reconocerlo ante uno mismo. • Es lógico tener sentimientos diferentes hacia los hijos, pero el corazón no es dominable, y eso hace que cada ser humano provenga de una historia afectiva diferente aun siendo hijo de los mismos padres. • Mentir sobre los afectos es lo que más afecta a una relación. • Los padres tienen que revisar cómo se sintieron con sus progenitores. • Se puede compensar mucho a un hijo por la culpa que se siente al quererle menos que a otro.


Fuente:

Hoy Mujer

03/07/09



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