Mientras remataba las horas de sueño del pasado domingo, escuchaba en la radio a una psicóloga hablar de un estudio sobre malas conductas en adolescentes y jóvenes. Una de sus principales conclusiones apuntaba que los padres pasan poco tiempo con sus hijos.Me hizo pensar, y mucho. Porque esa misma mañana empezaba a correr como la pólvora la noticia de los incidentes en Pozuelo, ya saben, los actos vandálicos de un grupo de jóvenes que tantas reflexiones y debates está generando sobre cómo formamos a los adolescentes en la sociedad española actual.
Me pregunto si el poco contacto de los progenitores con sus retoños se debe a una cuestión de pura comodidad. Es más fácil que el ocio lo planifiquen los hijos y los padres simplemente se encarguen de poner la hora de vuelta a casa –si la ponen- sin implicarse demasiado, sin preguntar ni a dónde ni con quien van. O también podría complicarles la vida un “no” a tiempo; no vaya a ser que el cachorro tuerza el morro.También es posible que el trabajo ocupe la mayor parte del día a día de hombres y mujeres; que las responsabilidades fuera de casa sea lo que realmente llene sus vidas. Gracias a Dios, algunas empresas europeas están cambiando la tendencia y han empezado a aplicar medidas que favorecen una mejor conciliación entre trabajo y vida personal.
Si se pone empeño en proteger el derecho primordial de los padres a educar a sus hijos, ha de ser sin olvidar que es también un deber su formación. Pedagogos y psicólogos de la Universidad Católica San Vicente Mártir de Valencia, recomiendan a los padres fijar tiempos para estar con sus hijos. Otros expertos resaltan la cada vez más evidente falta de autoridad y valores. Y desde la Universidad Pontificia Comillas se concluye que una buena comunicación familiar y la religiosidad podrían ser amortiguadores de las conductas de riesgo.Con tanto aviso a navegantes puede ser buen momento para re-plantearse prioridades y principios en la familia. No hay peor sordo que el que no quiere oír.
Fuente:
Cope.es
17/09/09
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