viernes, 7 de agosto de 2009

La televisión: la invitada permanente


El 24 de julio se publicó en ABC que el consumo de televisión firma su record esta temporada con 235 minutos. Esta noticia me recordó unas notas que tenía sobre el consumo de TV que me gustaría compartir con los lectores.
La televisión es una invitada permanente en las casas de todos. Los padres y madres pueden hacer de ella un elemento positivo para la educación de sus hijos, basta con que analicen bien qué ven y qué no deben ver los hijos. Todos sabemos que la educación es un arte, es hacer de cada hijo, hombres y mujeres con personalidad propia, capacidad crítica y con una voluntad bien formada, para que sean capaces de alcanzar su propia felicidad y la de todos. ¿Qué influencia tiene la televisión en esa labor?
La televisión es, sin duda, el electrodoméstico más importante y poderoso que existe en nuestros hogares, nadie escapa a su influencia. Con la vida de estrés que llevamos, muchos padres delegan en ella parte de la educación de sus hijos, es entonces cuando se le apoda a la televisión la niñera electrónica.
La televisión es una auténtica droga audiovisual, que puede llegar a crear adicción, y si no nos lo creemos, preguntémonos: ¿dónde está colocada en casa?, ¿en el dormitorio, en la salita, en el comedor, o en todos lados? El sitio ideal de la televisión es la «sala de estar» porque facilita que toda la familia pueda estar reunida, y que los niños se aficionen a los programas que ven sus padres. Obviamente aquí el ejemplo es la base de una buena educación. Sin embargo la televisión no puede sustituir nunca el diálogo familiar. Es necesario reconocer que a veces somos cobardes en afrontar el diálogo con nuestros hijos. Para mejorarlo se pueden hacer otros planes como organizar excursiones, comidas familiares, fomento de la tertulia familiar tras la comida, tener charlas personales con los hijos, la lectura, leerle cuentos, contarle historias, etc...
La adicción a la televisión incrementa el aislamiento y la agresividad; y así podemos ver a menudo niños y adolescentes enfrascados en la televisión sin ganas de conversar, aburridos, aislados, sin participar en la vida familiar o en los juegos con los amigos, y sin apenas creatividad. No hace mucho leí una encuesta sobre la televisión que me impresionó, pues se hizo con niños de cuatro a seis años a los que se les preguntaba: ¿a quién quieres más a la televisión o a papá?. El 44 % prefirió la televisión, y la razón fue que «siempre está dispuesta cuando yo quiero, mientras que mis padres están siempre ocupados». Creo que es para que reflexionemos y tomemos la suficiente nota. El profesor norteamericano Lihkleter estableció que los niños pasaban de cuatro a seis horas diarias ante la televisión, mientras su tiempo de conversación con sus padres apenas era de 30 minutos semanales. En España algunos estudios la cifran en tres horas diarias de media en periodo escolar, a las que hay que sumar el periodo de vacaciones.
Las encuestas dicen que a los 16 años un joven ha visto en la televisión unos 18.000 asesinatos, 1.000 suicidios, 1.500 torturas, 2.000 secuestros, etc.; y que un adulto de 65 años había pasado nueve años de su vida ante la televisión. También dicen que a los 16 años una chica o un chico han dedicado 46.620 horas a dormir, 22.464 horas a ver la televisión y 13.440 horas al colegio y estudios. En este contexto es necesario evitar desequilibrios, que el tiempo de televisión no sea superior al de estudio, que el descanso no sea apatía sino un cambio de actividad, que fomente las virtudes humanas, y que estudiar y ayudar en casa también generan virtudes.
La revista «Archives of Pediatrics & Adolescent Medicine» publicaba que los niños que tenían un televisor en su habitación presentaban un peor rendimiento en matemáticas, en lenguaje y en los test de lectura. Sin embargo los que tenían un ordenador presentaron mejores notas en esas materias. Una posible explicación pudiera ser que duermen menos, mientras que los que tiene ordenador pueden acceder a través de Internet a información académica, siempre que no se dediquen al juego.
La Universidad de Otago en Nueva Zelanda, tras evaluar a 1.000 niños desde los 3 años hasta los 26, observó que los que más tiempo pasaron frente a la televisión lograron peores resultados académicos en su vida adulta. A pesar de ello, otros estudiosos de la Universidad de Pennsylvania (EEUU), establecen que programas con contenidos educativos tienen un efecto positivo en los niños, y por ello se recomiendan a los padres que incorporen programas televisivos bien producidos con contenidos educativos apropiados a la edad de los niños.
Y es que hay que tener en cuenta que el niño no sólo ve la televisión, sino que pone en práctica lo que ve, un ejemplo fue la noticia de que un niño se vistió de Superman y se tiró por una ventana, o el niño que tiró una televisión por la ventana después de ver un anuncio. Los niños copian lo que ven a sus héroes en la televisión, por eso hay que saber quienes son sus héroes y los templos que les infunden. La televisión suele agudizar las relaciones entre padres e hijos. Entran en sus mentes informaciones de todo tipo, en un contexto en el que el adolescente tiene como características el mutismo, la crítica, la contestación, encierro en su «yo», exceso de televisión. Deben recibir orientaciones claras y precisas sobre valores y moral, necesarias para su deambular por la sociedad y la familia. Desgraciadamente estas orientaciones no las dan la mayoría de los programas de televisión.
Todos estos datos nos cuentan lo importante que es ver y exigir una televisión de calidad. No dejemos que ella sea la niñera de nuestros hijos, y preocupémonos de saber qué es lo ven, de sacar tiempo para estar con ellos y procurar que así sus vidas personales, familiares y sociales estén llenas de valores, principios y moral.


Fuente:

ABC de Sevilla.es

07/08/09



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