Los padres deberían llevarnos a una academia, dónde nos enseñaran cuales deben ser las normas más correctas para educarles en el amor al prójimo, los buenos modales, y el saber estar en cada momento de su vida, sin que por ello debamos atosigarles ni quitarles protagonismo en sus asuntos personales, sino, serán más dependientes, y probablemente les perjudiquemos para un futuro no muy lejano. Recordemos nuestra propia infancia y juventud y tratemos de ver dónde se equivocaron nuestros padres, para así corregirlos en lo posible.
Cuando nos hacemos mayores, es cuando comprendemos todo lo que nuestros padres hicieron por nosotros, es lo mismo que ahora nos está tocando vivir, pero, antes fue algo que ignoramos, o que no nos quisimos dar cuenta, bien por ser demasiado jóvenes o porque pensamos que esa es la obligación de los padres, que tener a un hijo significa desligarse de todo en la vida para dedicarse por entero a ellos. Eso no es así, en el mundo hay más, mucho más, aunque en esos primeros años de su niñez o juventud pensemos que ellos son lo primero, lo único. El tremendo error que todos los padres han cometido, cometemos, y cometerán, por mucho que queramos evitarlo. El amor hacia los hijos es tan grande, que lo sacrificamos todo, por un cariño que en esos primeros años te lo devuelve con una simple mirada, una sonrisa, un beso…., pero a medida que los años pasan, y no necesitamos a los padres, les, ¿Olvidamos?, quizás esa no sea la palabra que lo definiría, pero si que se aproxima bastante a la realidad. Se repite la historia siempre, cada generación por mucho que quiera modernizarse, e incorpore nuevos métodos de crianza, cómo llevarlos a la guardería desde que son unos bebés, a pesar de todo…, la vida sigue igual. Es al llegar este momento de nuestra propia vida, cuando volvemos página y recordamos como se pasaban noches enteras de desvelos porque estábamos enfermos, de insomnio pensando en si nos subiría la fiebre, de salir a escondidas, para vigilar a dónde habíamos ido a pasear, al cine, etc., y tantas y tantas cosas que te recuerdan como los padres, en general en toda las generaciones, solemos preocuparnos, quizás demasiado por nuestros hijos, para en la mayoría de las veces, ocasionarles algún mal, en este caso, sin proponérnoslo, al contrario, por intentar lo más adecuado a ellos. Los padres, a veces, nos adelantamos a los caprichos de nuestros hijos, ofreciéndoles regalos por cosas que un niño debería saber que es su obligación, por ejemplo, sacar buenas notas en el colegio, ayudar en lo posible en las tareas del hogar, y cosas semejantes, sin darnos cuenta que, lo normal es que desde bien temprana edad, se les halla hecho saber que con esos años su trabajo principal son los estudios, o que en sus momentos libres deberán ayudar en la medida de sus posibilidades. Pensemos también que no les beneficiamos estar tan pendiente de ellos. Sería mejor dejarles un poquito de autonomía, que se den cuenta por ellos mismos de los errores cometidos, y que los intenten solucionar a su manera y, no resolvérselos nosotros…, en el fondo, quizá, es lo que desean, así se sentirán orgullosos de su éxito, o por el contrario, aprenderán para el futuro que en la vida no todo son, promesas, regalos y premios. Lo importante es que ni los hijos piensen en que los padres tienen toda una vida llena de obligaciones, ni que los padres nos olvidemos de nuestros propios deberes para con ellos, es decir, lo primero y ante todo, que estén perfectamente atendidos desde que nacen hasta su independencia teniendo lo que necesiten para su cuidado y educación ,y lo segundo, que, siempre, de niños y mayores durante toda la vida sientan el verdadero amor que se respira en su hogar familiar. Eso fue lo que aprendimos de nuestros padres y ahora hemos intentado transmitir a los nuestros hijos. La vida es difícil, con muchos baches y muchos tropezones, y sólo de adultos nos damos cuenta de ello.
Cuando nos hacemos mayores, es cuando comprendemos todo lo que nuestros padres hicieron por nosotros, es lo mismo que ahora nos está tocando vivir, pero, antes fue algo que ignoramos, o que no nos quisimos dar cuenta, bien por ser demasiado jóvenes o porque pensamos que esa es la obligación de los padres, que tener a un hijo significa desligarse de todo en la vida para dedicarse por entero a ellos. Eso no es así, en el mundo hay más, mucho más, aunque en esos primeros años de su niñez o juventud pensemos que ellos son lo primero, lo único. El tremendo error que todos los padres han cometido, cometemos, y cometerán, por mucho que queramos evitarlo. El amor hacia los hijos es tan grande, que lo sacrificamos todo, por un cariño que en esos primeros años te lo devuelve con una simple mirada, una sonrisa, un beso…., pero a medida que los años pasan, y no necesitamos a los padres, les, ¿Olvidamos?, quizás esa no sea la palabra que lo definiría, pero si que se aproxima bastante a la realidad. Se repite la historia siempre, cada generación por mucho que quiera modernizarse, e incorpore nuevos métodos de crianza, cómo llevarlos a la guardería desde que son unos bebés, a pesar de todo…, la vida sigue igual. Es al llegar este momento de nuestra propia vida, cuando volvemos página y recordamos como se pasaban noches enteras de desvelos porque estábamos enfermos, de insomnio pensando en si nos subiría la fiebre, de salir a escondidas, para vigilar a dónde habíamos ido a pasear, al cine, etc., y tantas y tantas cosas que te recuerdan como los padres, en general en toda las generaciones, solemos preocuparnos, quizás demasiado por nuestros hijos, para en la mayoría de las veces, ocasionarles algún mal, en este caso, sin proponérnoslo, al contrario, por intentar lo más adecuado a ellos. Los padres, a veces, nos adelantamos a los caprichos de nuestros hijos, ofreciéndoles regalos por cosas que un niño debería saber que es su obligación, por ejemplo, sacar buenas notas en el colegio, ayudar en lo posible en las tareas del hogar, y cosas semejantes, sin darnos cuenta que, lo normal es que desde bien temprana edad, se les halla hecho saber que con esos años su trabajo principal son los estudios, o que en sus momentos libres deberán ayudar en la medida de sus posibilidades. Pensemos también que no les beneficiamos estar tan pendiente de ellos. Sería mejor dejarles un poquito de autonomía, que se den cuenta por ellos mismos de los errores cometidos, y que los intenten solucionar a su manera y, no resolvérselos nosotros…, en el fondo, quizá, es lo que desean, así se sentirán orgullosos de su éxito, o por el contrario, aprenderán para el futuro que en la vida no todo son, promesas, regalos y premios. Lo importante es que ni los hijos piensen en que los padres tienen toda una vida llena de obligaciones, ni que los padres nos olvidemos de nuestros propios deberes para con ellos, es decir, lo primero y ante todo, que estén perfectamente atendidos desde que nacen hasta su independencia teniendo lo que necesiten para su cuidado y educación ,y lo segundo, que, siempre, de niños y mayores durante toda la vida sientan el verdadero amor que se respira en su hogar familiar. Eso fue lo que aprendimos de nuestros padres y ahora hemos intentado transmitir a los nuestros hijos. La vida es difícil, con muchos baches y muchos tropezones, y sólo de adultos nos damos cuenta de ello.
Fuente:
Mujerhoy.com
16/06/09
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