lunes, 15 de junio de 2009

La forma correcta de sobornar a tu hijo


Antes de que me salten encima, déjenme recordarles que esto no es una clase de ética. Soy un economista conductual. Y por lo tanto no pregunto: ¿es moralmente correcto sobornar a tu hijo para lograr que haga las cosas que quieres que haga? Pregunto en cambio: ¿sobornar a tu hijo funciona? Y si es así ¿cómo funciona mejor?
Para aumentar el reto, asumamos que el hijo en cuestión no es un maleable niño de seis años, sino un joven adulto. Tal vez es un recién egresado de la universidad que carece de entusiasmo ante el hecho de enrolarse en el acostumbrado trabajo de nueve a cinco, por lo que vuelve a su posición familiar en tu sillón. Tu meta es triple: lograr que se levante y consiga un trabajo, lograr que se mude y, mientras tanto, lograr que deje de desparramar sus calcetines olorosos y sus platos sucios por toda la casa.
Las nalgadas no funcionarán - lo que nos lleva a la cuestión del soborno. Pagar por resultados parece una solución fácil ¿no? Después de todo, funciona en tu restaurante favorito. Pero lo que funciona con un jefe de meseros es muy peligroso en casa. Eso es debido a un problema fundamental: El soborno elimina el sentido de obligación.
Si le pagas a tu hijo para que recoja su ropa sucia, por ejemplo, le envías el mensaje de que dejar el desorden en el piso es una opción aceptable. Puede elegir entre recoger los artículos ofensivos o privarse del dinero. Ya sea que lo sepas o no, tu oferta de pagarle anuncia que todo es negociable. Y dado que tu hijo posee un largo y bien recordado historial de victorias pasadas, tiene la ventaja en la negociación a largo plazo.
Además de eso, tu pago es una burla mayor de lo que te imaginas. La mayoría de los padres les dan dinero a sus hijos adultos, aunque sea para ayudarles con algunas compras de vez en cuando. Los hijos no son estúpidos. Saben que si ganan dinero ahora, es probable que obtengan una menor porción de tu dinero más adelante. Tú crees que has establecido un mercado que se sustenta en el pago por servicios, pero tu hijo es más inteligente. La ropa se queda en el piso.
En la década de los 80s, un economista de MIT llamado Bengt Holmstrom, demostró que el soborno funciona mejor cuando hay dos partes involucradas: un co-pagador y un supervisor. En este caso el co-pagador eres tú. Podrías ofrecerle a tu hijo 50 dólares por cada 100 que se gane en un empleo. Eso fomenta el trabajo al premiar el éxito, no el fracaso, el mismo principio detrás del Crédito por Ingreso del Trabajo (EITC por sus siglas en inglés) del gobierno. El supervisor es el patrón -el que asegura un comportamiento responsable. Tú no puedes despedir a tu hijo, pero el introducir un jefe evita este problema: El jefe no vacilará en desecharlo si no produce. El hecho de que un hijo en el trabajo es un hijo que no deja migajas en la barra de la cocina es sólo un plus.
Si tu hijo prospera, tus co-pagos lo ayudarán a cubrir la renta de su propio departamento. A propósito de departamento, considera ofrecerte a pagar todo el depósito si tu hijo se muda en un plazo de tres meses, y la mitad del mismo si se muda en seis. Eso lo motiva a trabajar horas extras y a ahorrar como un loco. Y es probable que la cantidad que gastes en el depósito te la ahorres después en comida.
Mientras tanto, no fastidies. Decirle a tu hijo adulto qué hacer no es un juego que puedas ganar. ¿No lo crees? Invita a tus papás a visitarte y mira lo bien que esa táctica funciona contigo. *Tyler Cowen es profesor de economía en la Universidad George Mason.


Fuente:

CNNExpansion

15/06/09



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