jueves, 18 de junio de 2009

Ser padre hoy y no morir en el intento



Nada más cierto que “ser padre es actuar como padre”. Pareciera que hoy esta afirmación va cayendo en desuso.

No se nace siendo padre. Uno se hace padre. Se hace en la gestación conjunta del hijo, en la decisión compartida de esa gestación y en la presencia durante ese proceso, durante el embarazo, durante la crianza y acompañamiento en el desarrollo de las potencialidades de ese hijo.

Por esa razón, la tarea y la vivencia de ser padre es una de las más difíciles; y no siempre se asume la real dimensión ni la responsabilidad de lo que implica.

El ser padre fue evolucionado, y no para mejor, de la misma manera que evolucionó la sociedad. Así, en otros tiempos, el padre se encargaba de cumplir algunas tareas esenciales: procrear hijos, ser sustento y proveedor del hogar, poner límites, disciplinar y, por sobre todo, proporcionar seguridad a toda la familia. El padre representaba la ley; y nada ni nadie discutía su autoridad. En nombre de esa autoridad, posiblemente, se cometieron muchas injusticias. Demostraban mucho menos el cariño y les costaba bastante jugar con sus hijos. El respeto, basado en el temor, junto con la obediencia que exigían constituían, tal vez, la forma en que ellos concebían que eran queridos por sus hijos.

Los cambios que se produjeron en la sociedad, las economías liberales, la emancipación de la mujer, el acceso a la psicología, a los medios de comunicación hicieron que algunas conductas fueran desapareciendo, dando lugar a otras más positivas que le permitieron al hombre gozar de un espacio distinto. Así como el “ser padre” progresó trayendo muchos beneficios: un estado de alerta, una actitud de apertura, un nivel de escucha, paciencia, permeabilidad y soltura, también originó algunos inconvenientes: dificultades para hacerse respetar, falta de tiempo compartido y complicidad. Tomar conciencia de las falencias, culpas, temores, hábitos adquiridos, prejuicios, reglas aprendidas y patrones rígidos es el primer paso hacia la proyección de ser mejores y servir de modelos.

La paternidad nos hace pensar en cómo fueron nuestros padres, en qué relación interna mantenemos con ellos. No es una ecuación matemática: las personas que no han tenido un padre presente o no han llevado una buena relación con su padre, pueden ejercer una excelente función paterna, depende de cómo han elaborado su historia y su relación con sus padres, asegura el Dr. Kurt Goldstein.

Según algunos estudiosos, los padres de hoy están más disponibles para con sus hijos, pero también están más confusos, lo cual les hace desarrollar menos su autoestima. Oponiéndose a esto, el psiquiatra inglés Tim Cantopher identificó el llamado "Síndrome de Atlas", que se caracteriza sobre todo por el afán de perfeccionismo que se persigue en la tarea de ser padres. Se desea ser impecable, pero sin renunciar a ningún aspecto, como su carrera profesional o sus hobbies.

La mejor manera de aumentar la autoestima, tanto en padres como en hijos, es buscar más experiencias que produzcan bienestar y satisfacción. Pasar un tiempo a solas (cada hijo se merece el propio), conocer las actividades de cada uno (tanto en el trabajo como en la escuela), celebrar los triunfos de ambos, crear espacios y tiempos de diversión, poner límites y saber aceptarlos son apenas unas de las tantas cosas que pueden realizar juntos.

Hay padres que actúan con sus hijos como les hubiera gustado que actuasen sus propios padres con ellos.
Los niños que cuentan con la presencia y dedicación de sus padres son más seguros de sí mismos, se desarrollan de una forma más saludable, crecen más felices y obtienen un mejor rendimiento escolar.
Otros padres, en cambio, prefieren hacerse los distraídos y llevar una vida lo más parecida posible a la que tenían antes de que naciera su hijo; de esta manera, se desligan de la responsabilidad que insume la educación, poniendo como pretexto su trabajo, cumpliendo horas extras o emprendiendo nuevos y aburridos proyectos.

Ignoran que la participación en la vida de su pequeño, desde el primer día, mejorará la relación con él a corto y largo plazo, y contribuirá a su crecimiento.

Ser padre no es tarea fácil, pero vale la pena intentarlo.

Fuente:

San Pablo

18/07/09



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