jueves, 25 de junio de 2009

La autoestima se debe cultivar



La autoestima es una apreciación que se desarrolla en el niño a muy temprana edad, y que constituye la base de una psicología robusta y equilibrio de todo ser humano. Afortunadamente la naturaleza desarrolla la autoestima en los niños de una forma espontánea.
Es así que son pocas las niñas de seis años de edad que no están convencidas de que son las más hermosas de su curso de primaria.
Sus juegos de muñeca se realizan con una Barbie perfecta en fi gura y apariencia, y sus pasatiempos incluyen peinarse delante de un espejo, usar la ropa de su madre o pintarse las uñas. En el caso del varón, quieren ser bomberos, policías o vaqueros. El varón goza los desafíos en cuanto a valor o destrezas.
La hembra se goza en lo estético, el culto a la belleza y las relaciones sociales. La hembra es mucho más verbal y el varón mucho más físico.
Este desarrollo de la autoestima tiene un valor incalculable.
Cuando el niño o la niña crecen rodeados de la seguridad de un hogar, del cariño de sus padres y en armonía con su medio ambiente, ya sea con sus amigos, vecinos o compañeros de la escuela, surge un ego robusto, fuerte, lleno de confi anza en sí mismos. El fruto de la inestabilidad en el hogar es una niña o un niño temeroso, inseguro y ambivalente en sus relaciones sociales. Es por eso que las palabras de exhortación que les hacen a los niños tienen un efecto profundo y duradero.
Cuando halagamos su fuerza, su apariencia, le decimos que los queremos, o cuando celebramos sus logros y triunfos, estamos forjando un carácter más positivo y optimista. Lo contrario también es cierto. El niño que crece bajo la crítica donde se le cuestiona su apariencia, se le critica su valor y su inteligencia, entra al mundo lleno de complejos, de pesimismo, de inseguridades y de pensamientos negativos.
Los comentarios típicos tóxicos incluyen, “te vas a caer”, “no seas bruto”, “ese niño sí es torpe”, u otros acompañados de criticas dañinas tales como “negrita cucurumbe”, “chembú”, “ñeco,” “bizco”. Ese niño crece con serias limitaciones que inadvertidamente son promulgadas por sus propios progenitores y el resultado a largo plazo es desastroso.
Luego existen criterios de autoestima que se desarrollan fuera del hogar. Algunos en la escuela, otros en el vecindario, y en el sueño o hasta en la universidad, y luego en el trabajo. El colegio es un laboratorio de experimentación social para los niños. Allí aprenden a relacionarse con sus amistades y desarrollan aún más el ego que salió de la cuna del hogar.
Estos primeros pasos también son fundamentales para la psicología humana y es aquí donde verdaderamente crece y se desarrolla el hombre o la mujer social. Todavía en muchos hogares dominicanos se menosprecia la infl uencia de la escolaridad. Piensan que en la escuela le llenan a los niños la cabeza de ideas y sueños inalcanzables.
Sin embargo, en los países más desarrollados, en culturas mucho más avanzadas y antiguas que la nuestra, culturas como las europeas y norteamericana, los padres se esmeran en buscar los mejores colegios y hasta se mudan de ciudad para lograr una mejor educación para sus hijos.
La educación es un proceso que prepara al individuo para la vida futura. De allí el famoso refrán de que: “Si crees que la educación es cara, es porque no le has dado precio a la ignorancia”. Es tanto así que los índices de analfabetismo y de poca escolaridad son directamente proporcionales con los índices de pobreza y de atraso de una nación. He escuchado a muchos agricultores que critican a sus hijos los estudios y hasta llegan a decir que es una pérdida de tiempo el enviar los hijos a la escuela cuando deberían estar doblando el lomo en el campo.
El resultado es que nuestra agricultura es todavía primitiva y poco tecnifi cada. Vemos a campesinos quemando lomas para sembrar cultivos que a los tres años desaparecen porque la erosión se ha llevado la capa vegetal. Igualmente vemos el deterioro de nuestros ríos y de nuestras costas, debido a la contaminación y a la explotación inconsciente de los recursos naturales.
No obstante, el origen no está en la falta de leyes, está en la falta de educación y en la poca autoestima que no nos deja salir de existencias paleolíticas cuando todavía creemos que con el machete se resuelve todo.
Finalmente esta la falta de autoestima que aparece cuando llegamos a niveles profesionales e institucionales.
Lo vemos inclusive en la competencia política. El individuo con un carácter robusto se esmera en hacer las cosas bien y mejor cada día. Aborrece la mediocridad y lucha por alcanzar metas y sueños.
Sin embargo, aquellos que crecieron con poca autoestima son los que odian, los que destruyen, los que creen que la maldad, la triquiñuela o el engaño es lo que da frutos en la vida.
Son los que no creer en su propia sociedad o en su propio gobierno, y por ende son los que evaden impuestos, no pagan la luz, y no le quieren pagar un salario justo a sus empleados.
Pero el origen de todo este mal viene de la cuna, y es por eso que el desarrollo de las sociedades toma muchos años y requiere de inversión en educación, en el fortalecimiento de la familia, el desarrollo de las escuelas, en fi n, en el desarrollo de la autoestima.


Fuente:

Listin Diario

26/06/09



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