viernes, 26 de junio de 2009

Las riñas entre hermanos


Son cuentos de nunca acabar, por lo general terminan con la firma de la paz, pero no dejan de trastocar la paz del hogar.
Un pleito entre hermanos suele ser el detonador de la preocupación familiar, los padres prenden las señales de alerta y, en ocasiones, no llegan a comprender la naturaleza de esas disputas. El doctor José de Jesús González Núñez, presidente honorario del Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social (IIPCS), nos dice que las rivalidades, envidias, celos y traición han constituido episodios míticos y reales que han regido la vida de los hermanos a través de los siglos.
Pero, pregunta: “¿Es un mito la agresión entre hermanos? Se trata de una realidad de todos los días y de muchas familias mexicanas. Las relaciones más agresivas e incluso destructivas pueden darse entre hermanos; en contraparte estas relaciones cuando son maduras y se han edificado en un ambiente sano y equilibrado pueden ser fraternas”.
Orígenes familiares
El experto nos relata que los hermanos son aliados y cómplices en todo, porque sus relaciones en la infancia son más íntimas que entre los propios padres, pero —advierte— “contrariamente, hemos encontrado que uno de los factores de mayor agresión intrafamiliar en México también se presenta entre hermanos, incluso con mayor frecuencia que la violencia de padres a hijos o entre cónyuges”.
Llama la atención sobre que es hasta cierto punto “normal” escuchar que los padres comenten frases como “se la viven pelando”, y es que la rivalidad fraterna “es tan natural como inevitable, porque en este vínculo afectivo habitan sentimientos agresivos y amorosos, pero tienen su función: los seres humanos comenzamos a facilitarnos el proceso de socialización y la rivalidad generalmente se supera cuando llega la adultez dando paso a una mayor unión y una relación de amistad”.
El doctor González Núñez deja ver que los celos entre hermanos son comprensivos porque el par representa una amenaza por el temor a perder los afectos con los padres: “Los niños sienten que sus padres son de su propiedad y se frustran cuando poco a poco renuncian a ello por la presencia de un hermano”.
Señala que en una relación sana este proceso se asimilará, pero se dan casos en los cual la “rivalidad o celotipia puede generar agresividad que se manifestará desde la infancia, y por ende, se acentuará durante la adolescencia y podría recrudecerse en la adultez”.
Trampas en casa
El presidente honorario del IIPCS menciona que algunos padres de familia fomentan de manera quizá inconsciente la rivalidad derivada.
Lo hacen, por ejemplo, al dar la preferencia a uno de los hermanos: “Si esta conducta es constante puede generar resentimientos en el otro hermano, ocasionando situaciones agresivas tanto verbales como físicas. Por lo tanto, si se traslada este cuadro a la adolescencia se tendrá una relación entre hermanos sumamente hostil. Esto sería el origen de las traiciones, de los odios y rencores que en ocasiones son insuperables”.
Subraya que la tarea de los padres es fomentar el compartir y no el competir, enseñar a respetar las diferencias y evitar comparaciones entre ellos, ya que cada uno tiene sus tiempos, predilecciones y deseos particulares. “Si no se logra este equilibrio y las cosas se salen de control, sería necesario acudir con un especialista en la materia que ayude a la familia a encontrar las soluciones de los conflictos entre hermanos”, sugiere.


Fuente:

El Siglo de Torreón

26/06/09



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